La propuesta para entresemana del restaurante del Ensanche tiene forma de «menú degustación» de 6 pasos y juega con los contrastes de sabores, texturas y hasta temperaturas. Una opción bastante sofisticada… pero sin pasarse
Cuando uno entra en Basuki llama la atención la barra de cócteles que nos recibe a la izquierda, justo enfrente de donde la hostess hace lo propio, dándote paso a un comedor coronado por llamativas plantas colgantes y que juega con la madera del suelo, la piedra de las paredes y los dorados de las molduras.
Tampoco pasa inadvertida la variedad de estampados de sus sillas, lo tenue pero elegante de su iluminación ni esa especie de mascota que, con pinta de bogavante, levanta a lo lejos su imponente pinza derecha, saludando desde lo que podría parecer a simple vista el fondo del local. No lo es.
Con forma de L y dispuesto en dos alturas, Basuki es bastante más amplio que el alargado rectángulo que uno ve desde la puerta. Y es que al fondo, tras superar una cabina de DJ muy pro (¡maldita pandemia!), el segundo nivel se presenta, de manera transversal al primero, como otro comedor, más chulo si cabe.
Con butacones y sofás corridos en lugar de sillas, de estampados que, más allá de lo geométrico y del negro y blanco también incluyen diferentes colores y motivos selváticos (que si un animal print de leopardo por aquí, que si unas cebras y unas jirafas por allá), la verdad es que la primera impresión del restaurante es inmejorable.
El txokito del final, con su cortina para mayor intimidad y capacidad para 7/8 comensales, es ideal para esas comidas de negocios que esperamos algún día tener. No ya por los negocios, sino porque, a la carta, se tiene que zampar la mar de bien ahí. Pero a lo que vamos.
¿Nos gustó el menú? Nos gustó el menú.
Con disposición de “menú degustación”, la propuesta diaria de este negocio propiedad del Grupo Bilbao Berria (sería, de hecho, la “versión desenfadada” del Bilbao Berria, por así decir) cuenta con 6 pasos. Algo así como un par de entrantes, un primer plato y dos platos principales, uno de carne y otro de pescado. Todo ello, con postre y agua, pues las bebidas no van incluidas. ¿El precio? 23,50 euros.
Evidentemente, es más caro que un menú del día medio, pero también más barato que otros menús similares que, solo por solicitarse en fin de semana, incrementan bastante su precio.
Renovado cada mes, cuando nosotros fuimos (hace unas semanas, justo antes de marchar de vacatas) se abría con melón con jamón; seguía con buñuelos de bacalao, miel y romero; y continuaba con crujiente de parmesano, espuma de patata y lumagorri.
Su “versión” del clásico básico con el que empezaba la cosa, francamente refrescante e ideal para todo aquel que gusta de los contrastes de sabores, texturas y hasta temperaturas. Con una riquísima bolita de helado y unas virutillas blancas más otras de txerri torrado que le daban el toque crunchy, la cosa, aun sencilla, iba más allá de mezclar la fruta con el ibérico. Buen comienzo.
Los buñuelos… a ver, los buñuelos. Pues esponjosos, suaves, delicados… y, sí, también llenos de contrastes. Y es que parece mentira que algo que puede sonar a “fritanga” alcance un acabado tan ligero y refinado. Deliciosa la espumita que los cubría, dándole ese toque dulce a lo que no deja de ser un preparado salado y especiado.
A la tercera, tras haber agitado ya unas cuantas secciones de las papilas gustativas, otro ejercicio de contrastes, aunque ya dejando de lado lo dulzón para dar paso al siempre reivindicable queso, en cualquiera de sus formas. Aquí se presentaba durito y quebradizo, perfecto para romper y mezclar con la crema de patata y el pollo de caserío desmigado de debajo. Menos sorprendente, seguramente, que los dos pasos previos, pero, a ver, que no todo iban a ser golosinas.
El más tradicional de los platos fue el cuarto: el bonito con tomate. De tamaño contenido (como todo en el menú, que a ver donde vas si no tras meterte seis raciones de lo que sea), le dejaba a uno con ganas de más, no tanto por quedarse con hambre (que aún quedaban otras dos propuestas), sino por lo logrado de la receta. Cuando la materia prima es buena y se pone cariño en la cocción, comida archiconocida puede seguir enamorándonos como el primer día.
El quinto paso, reservado para la mandanga cárnica, era, en este caso, un abanico ibérico con chimichurri. Jugosas y sabrosas, las tres tiritas de carne (ya sabéis, extraída de la parte exterior de las costillas del cerdo, donde acaba el cabecero) quedaban crujientes por fuera y bien blanditas por dentro. Al final, es un corte que tiene mucha veta de grasa, por lo que comparte con el secreto o la presa esa untuosidad que hace que a uno se le llene la boca de sabor, por mucho que no se esté encajando un txuletón. La salsa, además, le daba un toque diferente, argentino, para más señas.
Para acabar, aunque en el menú se indicaba una “degustación de postres”, el sexto paso no fue tal, ya que no solo no fueron varias las propuestas, sino que nos sacaron una a compartir. Grandecita en este caso, claro. Jugando de nuevo con el crujiente y las texturas, daba gusto romper la fina cobertura que cubría una exquisita mezcla de chocolates y dulce de naranja. Ay, los contrastes…
¿Satisfactorio? Sí. ¿Complicado de comer y un poco guarrindongada a cuatro manos? Pues también.
Con todo, grata experiencia. Y es que, si quieres comer rico y variado, entresemana, con un toque refinado pero sin pasarse y buscas algo modernito pero sin estridencias, tienes una muy buena opción en Basuki. La creatividad del chef Ismael Valle (anterioremente en el Café Metro Bilbao) y del chef ejecutivo Juan Bautista Ágreda, bien merece una visita.
Encima, ahora en septiembre, han incluido en el menú un chili crab de cangrejo de río que…
BASUKI
C/ Juan de Ajuriaguerra, 14. Ensanche (Bilbao)
Teléfono: 682 34 51 39