En la arrocería propiedad de Diego Sorni el cocinero valenciano pone en práctica las recetas con las que creció de niño. No faltan las paellas, claro
Si bien todos los años acaban haciéndose largos a estas alturas, en esta ocasión y en estas condiciones extraordinarias, esto se multiplica por dos o tres veces más. Súmale que el verano vasco sigue erre que erre con dejarnos días contados de auténtico verano, de playa, piscina o terraceo.
El que escribe estaba en julio ya hasta el gorro del cielo gris plomizo y del xirimiri que, por muy bilbaíno que sea, también nos va sobrando. Nos gusta el norte, pero también necesitamos un poquito de sur en nuestras vidas.
Como aún me quedaban unas semanas para despegar y rodearme de palmeras y arena negra, me vi en la obligación de engañar a mi cerebro y hacerle sentirse «como en verano». Por eso nos acercamos a la arrocería Sokarrat, en la calle San Francisco de Bilbao.
La arrocería propiedad de Diego Sorni, anteriormente en Coppola Bilbao, se sitúa frente a la plaza Corazón de María. El cocinero valenciano, pero vecino del Casco Viejo, pone en práctica las recetas con las que creció de niño.
El restaurante me da la impresión de ser más grande de lo que esperaba, con cocina a la vista, una gran mesa de madera noble y creo recordar que cuatro más de menor tamaño. Se llevan el protagonismo y las miradas los cuadros de gran formato de Santos Veracruz, aquel que pintaba sus obras en lo que duraba un concierto de los marchosos Muchachito Bombo Inferno. También ilustra todas las portadas de sus álbumes.
El caso es que nunca nos habíamos dejado caer por allí hasta el momento y, visto lo visto, ha sido un error no hacerlo antes. Nos recibió y atendió de forma magistral una muchacha de nombre Tamara (por lo que veo en Instagram) que nos transmitió seguridad y buenos consejos a la hora de zambullirnos en la comanda.
Estaba claro que el plato principal sería una de sus paellas: arroz al horno, del senyoret, de carabineros, de pulpo y panceta o la auténtica paella valenciana con su conejo, vainas y garrofó. Cada una hay que pedirla para un mínimo de dos personas. Los precios oscilan desde los 13 euros la de verduras hasta los 24 de los carabineros, obvio. Pero la media está en 17 euros, para que os hagáis una idea.
Seis posibles entrantes entre los que elegir: all i pebre (guiso de anguilas, patatas, ajo y pimentón), esgarret (pimiento rojo asado y bacalao desmigado), croquetas variadas, micuit de foie casero, o la ensalada de burrata. Pero nos convence la rotundidad de Tamara asegurándonos que Diego y su equipo el steak tartar «lo clavan». Y teniéndolo así de claro… no hay nada más que decir.
Uno de los platos más vistosos que pueden llegar a la mesa (y a las fotos me remito). El brillo característico de la carne y esa calibrada mezcla de cebolleta, alcaparra y pepinillo bien picaditos. Lo corona la yema de un huevo que le aporta un punto meloso y un par de salsas: de mostaza a las hierbas y otra picante (y picaba de verdad, control). Para acompañar, un par de tostas de pan bien crujientes y una copita de un fresco y aromático Flor de Vetus (verdejo).
Para el acto principal, llega a la mesa la paella que habíamos elegido: la de pulpo y panceta con pimentón de la Vera. Una capa fina de arroz seco con bien de tropiezos. Y esa es uno de los detalles que quiero destacar, porque Diego y su equipo no escatiman en echarle mandanga de la buena. Y eso, visto lo visto, en otros restaurantes es muy de agradecer.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un plato como este arroz. Que no suene a cumplido barato, porque como bien sabéis algunos, las secuelas del COVID mermaron mi gusto y olfato. Y en esta ocasión me relamía con ese saborcito ahumado. Haciendo honor al nombre del local, rascamos el socarrat que se había quedado caramelizado / chamuscadillo en los costados de la paella. Crash, crash, ¡qué cosa más rica! ¡Que no quede nada! De nuestra ración para dos nos da para repetir sin llegar a reventar.
Nuestra camarera nos cuenta que éste fue el arroz que primero se comió al regreso de sus vacaciones porque, según nos admite, es su «favorito». Finalizamos nuestra comida compartiendo una torrija elaborada con pan brioche y acompañada de helado de café.
Con la cuenta de poco más de 60 euros para dos personas, llega el último de los consejos de Tamara al recomendarnos alguno de los vinos de malvasía que más le gustan y que podremos probar en nuestras próximas vacaciones en Canarias: el Yaiza de Vega de Yuco y Vulcano de Lanzarote. Ambos, vinos blancos y secos que no dudaremos en probar, en la de terraza de un chiringuito, con los pies descalzos y manchados de arena, con el viento acariciando nuestros rostros en la playa Papagayo. Probablemente, con un pescado fresco y unas papas con mojo. Porque eso sí que es verano, con sol y todo.
RESTAURANTE SOKARRAT
San Frantzisko Kalea, 21, 48003 Bilbao
Teléfono: 94 606 82 80