Hay comidas que tienen por objetivo simplemente cubrir necesidades fisiológicas, recargarnos de energía y ya. En cambio, otras sirven como vehículo para conseguir otros objetivos. La que celebré hace unas semanas oficialmente trataba de suplir el vacío que dejaría no poder disfrutar del partido de los octavos de final de la Euro2020 que tenían que haberse celebrado en San Mamés. Un Bélgica – Portugal que para nada habría sido aburrido. Aysss… pero el virus
desbarató, una vez más, otro de nuestros planes.
Reinvertir ese dinero era la excusa oficial para darnos este homenaje. La razón oficiosa era volver juntarnos con esos amigos cercanos, los de la kuadrilla, de la que esta dichosa pandemia nos ha separado durante largos meses de cierre perimetral. Y es que a pesar de alguna que otra videollamada o todos los wasaps que quieras, este rollo nos ha distanciado a todos más de lo que nos hubiera gustado. Y era momento de ponerle solución. Reconectar y sentirnos cerca de nuevo era el verdadero premio.
En esta ocasión elegimos disfrutar en la Herriko Taberna Mikel Bengoa de la localidad de Meñaka (Bizkaia), a medio camino entre Mungia y Bakio. Un restaurante al que le tenía echado el ojo desde hace mucho tiempo y que por primera vez me cuadraba. Buscábamos salir de la villa, que ya la tenemos más que trotada.
La intrahistoria de esta taberna de pueblo, alejado de tintes políticos, es que Mikel Bengoa la tiene por concesión desde hace ya unos años. La vida pegó un volantazo en un momento dado y Mikel cambió su profesión de camionero para dedicarse a los fogones tras una larga experiencia delante de los de los txokos.
Y el cambio da la sensación de que ha ido para bien. La Herriko Taberna Mikel Bengoa será un lugar ideal para quien busque cocina de producto de temporada, cercana, de la tierra… y, sobre todo, de calidad, donde Mikel pone en práctica la cocina que aprendió de su ama.
Nosotros acudimos un rato antes para poder disfrutar de su amplia terraza, en el césped con cielo azul, sol brillante y nubes que podrían haber sido pintadas por José Arrúe. Una maravilla digna de disfrutarse con un txakoli de Bizkaia, uno de categoría: Itsasmendi 7, que después también regaría nuestra comanda, la cual gozamos también en terraza, aunque cubierta.
Llegado el momento, lo difícil está en seleccionar quién tomará el protagonismo para defender el honor de esta noble casa de comidas. Nos dejamos asesorar en cantidades, pues somos seis personas con nuestras propias apetencias y otros condicionantes.
La ceremonia comienza siempre con un aperitivo a cargo de la casa, una antxoa en salazón sumergida en oro líquido de ese tan rico que te obliga a untar pan.
Los entremeses siguen con un surtido de croquetas variadas: de txipiron, de cocido y de queso azul con espinacas. Y cumplen con las dos características indispensables de una croqueta: cremosidad y buena fritura. Y claro, el sabor.
Le siguió un revuelto de perretxikos, que son algo que no degustamos habitualmente. En general todos echamos en falta un punto más de cremosidad en el huevo y un puntito más de sabor en los perretxikos. A toro pasado, quizás hubiéramos hecho mejor pidiendo el revuelto de hongos.
Tenían muy buena prensa en redes la degustación de salmón marinado y no faltaban razones para ello. Una presentación ya apetecible, pedacitos de bocado marinados en diferentes sabores del que no quiero desvelaros más que el que me pareció más curioso: ¿en gintonic? ¿en serio?
Continuamos con una ración abundante de langostinos, pero no de esos con bigotes. No, Rodolfo, hablamos de los langostinos de Ibarra. Sutiles y elegantes, su textura carnosa y su fresco sabor hacen de las piparras un producto esencial para nuestra gastronomía. Y es que, amigo, frititas, con un bonito tono verde y con un punto de sal… ¡se comen como pipas!
El protagonismo se lo dejamos a uno de los peces más feos de las profundidades. Porque no me digas: un pez plano, con dos ojos a un lado, el otro ciego claro, color parduzco, con forma de rombo, más ancho que largo. Cero éxito en el Tinder de Ultramar. Y, en cambio, una vez más la naturaleza nos recuerda que no hay que fiarse de las apariencias.
Hablamos del rodaballo, uno de los pescados más apreciados, clasificado como uno de los mejores y más sabrosos pescados del mar. Mikel Bengoa los prepara al horno con una refrito de ajos y perejil. Sencillez absoluta, presentado en su bandeja inoxidable y servido con absoluta maestría delante del entregado público. Una delicia de las que quedan marcadas.
Dije que era un homenaje y no mentía. Los que no quisieron pescado se entregaron a la txuleta, y los que comimos rodaballo…. tampoco dejamos pasar la oportunidad de disfrutar de este pedazo de carne a la brasa. Dos chuletas de kilo, listas para acabarlas a la piedra al gusto de cada uno. Deskjasdfoiaer adhkljancyere .aspe`re7334… perdón, estaba pasando una servilleta por el teclado, lo he puesto pringado de babas.
Siempre hay sitio para los postres, en plural y compartidos que es como más nos gustan. Elegimos una torrija de manual acompañada de helado de mango y la tarta de queso al horno, que últimamente están de moda. Y si no que se lo digan a mis amigos de La Cheesepita, que tienen el horno a pleno rendimiento (con lo que ha subido la luz) y están endulzando y conquistando la Margen Izquierda y a poco también de hacerlo con la Derecha. Punto perfecto la de esta taberna, ese en el que se derrite pero tutto controllato.
Con los cafeses llega “la dolorosa” y tocamos a 60 y pico de euros por barba. 375 lereles reinvertidos en risas, confidencias y AMISTAD. ¿A quién puede resultarle caro esto? ¡Jódete, virus, estamos juntos otra vez!
HERRIKO TABERNA MIKEL BENGOA
Bº Mesterika, 3. Meñaka (Bizkaia).
Teléfono: 94 615 01 33