Es momento de regalar y de regalarse, tiempo de compras. Pero, ¿sabemos dónde lo hacemos y lo que perdemos si no acudimos a las tiendas de cercanía?
Diciembre, último mes del año, es la ocasión idónea de hacer resumen de lo vivido previamente y momento propicio para planear cómo será el año venidero. Los propósitos de Año Nuevo y tal…
Te hayas decepcionado mucho o no a ti mismo, casi siempre nos lo tomamos con filosofía, en plan «el año que viene va a ser el bueno». Y, aunque ya por febrero solemos ver que nada de lo que nos habíamos planteado va a materializarse, lo cierto es que los 45 días anteriores suelen merecer la pena. Tenemos buenos deseos, nos reunimos con familiares y amigos (un saludo, Ómicron), comemos y bebemos mucho y bien, hay quien cuenta con paga extra… y, en ese contexto, encima, nos hacen regalos y regalamos (que, oye, también ilusiona)… o nos autorregalamos eso que llevamos siglos deseando.
¿Es el momento de darse un homenaje? Es el momento de darse un homenaje.
Así, como cada Navidad, los centros comerciales están a rebosar; hay largas colas en carnicerías, pescaderías, pastelerías y administraciones de lotería; los repartidores aparcan donde buenamente pueden para llegar a tiempo con todos los pedidos; y las calles se llenan de gente, muchas de las cuales, van «de tiendas».
Pero, ¿a qué tiendas vamos? Es una pregunta que me hago muy a menudo, conocedor del poder de las grandes superficies, de las franquicias multinacionales y del auge del comercio por Internet, con Amazon o AliExpress a la cabeza.
¿Seguimos yendo a las tiendas «de toda la vida»? ¿Por qué son tan importantes?
Seguramente ya os habréis enterado de la campaña impulsada desde CECOBI, con la colaboración del Departamento de Turismo, Comercio y Consumo del Gobierno Vasco, y las asociaciones Bizkaia Textil y Moda, y la Asociación de Comerciantes de Calzado y Piel de Bizkaia para fomentar el consumo y compra en el comercio local, difundiendo los valores que consideran «diferenciales».
Habréis visto, como yo, los vídeos promocionales que se pasan en los andenes de Metro Bilbao, o habréis escuchado esas cuñas de Spotify en las que se afirma que el comercio local es «más moda, más sostenible, más cercano, más personalizado, más honesto, más tendencias, más barrio, más vida, más estilo, más gente”. Vamos, que es «MÁS», a muchos niveles. ¿Es así?
He salido a preguntarlo.
«El cliente tiene más confianza en la tienda que siempre ha estado cerca y donde les atienden como en casa», me comenta Carlos Román, de Vesman, tienda de moda masculina que lleva varias décadas vistiendo a los bilbaínos en su tienda en la confluencia de las calles Víctor y Bidebarrieta, en el Casco Viejo. «Notan esa calidez», asegura.
En esa misma línea me responde Ramón Ezkerra, quien lleva 35 años como peletero, 25 como marca y 16 en su local de la calle Correo. Él considera que hay que destacar la «profesionalidad» de comercios como el suyo, poniendo énfasis en la «atención personalizada».
«Asesoramiento personalizado» es lo que también reciben los clientes de Novias Mary y Laura Batán en la Calle Askao desde el año 1988 (si bien la primera se fundó en Basauri en el año 1976). Ambas firmas venden vestidos de novia, fiesta y comunión, aunque en el caso de Laura Batán los vestidos están diseñados y confeccionados en su atelier del propio Casco Viejo. Laura considera que los clientes de ambas firmas reciben una atención que se antoja «fundamental», más hoy en día, cuando la gente se deja guiar «por lo que ve en Internet», sin profesionales que ayuden a «tomar la decisión adecuada».
Comercios «de toda la vida» que, en muchas ocasiones, son negocios familiares. Si Laura siempre ha estado inmersa en una aventura que inició su madre, en el caso de Izaskun Bidegain (quien lleva 37 años en su tienda de la calle Itsasalde -antigua Capitán Mendizabal-, en Santurtzi), tomó el relevo de su suegra, cuya tienda de Sestao lleva casi 70 años en el mismo lugar, regentada hoy por las hijas de la fundadora. Vamos, sus cuñadas. El hermano de éstas, su marido, es quien la acompaña en Calzados Ana Mari, todo un clásico de la Margen Izquierda.
Según ella, el cliente se lleva «atención, calidad, servicio, cariño, acompañamiento» y ese «asesoramiento» cada vez menos habitual, en una época en la que podemos entrar a una tienda y no tratar con nadie, ya hasta ni para pagar. Un toque humano que vamos perdiendo, al mismo ritmo que muchas zonas como esta calle santurtziarra, tan abarrotada hace unos años, ve ahora un tanto alejado aquel esplendor comercial. Y es una pena, porque, como comenta Izaskun, «a nivel de pueblo» las tiendas dan «mucha vida, mucha luz y mucha limpieza», siendo el comercio «buen reflejo de la calidad de vida de la ciudad».
«¿Qué ocurriría si todas las tiendas de una calle como Correo cerrasen?», se pregunta Ramón. «¿Cómo cambiarían la calle y el Casco Viejo, sin comercio?» Buena pregunta. Sin lugar a dudas, hablaríamos de «otro sitio», por mucho que fuera un lugar que Google Maps situase en las mismas coordenadas. «Generamos vida y riqueza», resume, algo con lo que está de acuerdo Laura, que recalca «la importancia de los impuestos» que generan al tiempo que recuerda que cuando se cerraron los locales por la pandemia, «ya incluso cuando se cerraron solo los bares», la ciudad estaba «muerta» y daba «hasta miedo».
Pues bien, que nadie se asuste. Porque nuestras tiendas están ahí, a pie de calle, y no tenemos más que acudir a ellas para comprobar que sí, que son «más» y que, gracias a ellas, todo es «mejor». También en Navidad, por supuesto.
¡FELICES FIESTAS!