Recorremos todos los bares de esta no hace tanto degradada orilla de la Ría para tomarnos unos vermuts… y algo más. ¿Nos acompañas?
Por fin. Por fin el Muelle de Marzana es el espacio de esparcimiento para el Bilbao contemporáneo que siempre debió ser. Aún recordamos los tiempos en los que el añorado Arrebato (aquel icónico garito de 3 plantas donde cada fin de semana podía ocurrir algo distinto) era lo único que había en aquel ignoto paraje a orillas del Nervión, frente al Casco Viejo. Porque en aquellos primeros años del siglo XXI, cruzar al ‘otro lado’ de la Ría llevaba los mismos 2 minutos, pero la ‘distancia’ que separaba ambas márgenes excedía mucho de esos 50 metros de puente.
De los viejos adoquines y los barrizales de entonces, ya se pasó hace años a las flamantes losetas, las tiras de hierro con citas relacionadas con la historia del Botxo, los bancos cúbicos de hormigón y la maravillosa hilera de árboles cuyas flores recuerdan, precisamente en estas fechas (aunque por tiempo limitado), a las de los cerezos. Se logró así una renovada primera línea de Ría para esa línea de casas con preciosas galerías, miradores y ventanales historiados, un paseo en el que de verdad lucen en todo su instagrameable esplendor esas inusuales escaleras metálicas exteriores que hay en alguno de los edificios, y que son mucho más fáciles de ver en ciudades nórdicas que por estos lares.
Pero a pesar de los cambios estéticos, al amplio muelle peatonal con vistas al Casco Viejo le faltaba algo: vidilla. Y eso es lo que por fin ha ido llegando estos años. Fue el restaurante de estrella Michelin Mina el que rompió el hielo en 2006, en una apuesta más que arriesgada en aquellos tiempos. Atrincherada tras gruesos muros y en una primera planta a la que se accede por unos sombríos escalones, la cocina de Álvaro Garrido se fue haciendo un hueco en la ciudad y en el olimpo gastronómico, pero siempre de puertas para adentro, casi sin que su presencia fuera perceptible en el muelle.
Sí se atrevió a sacar terraza al paseo, llegando hasta las mismas barandillas de la Ría, la mucho más asequible pollería Zubiburu, pegada al extremo del Puente de San Antón y regentada por la drag local Nenita Danger (que ofrecía allí habitualmente los espectáculos). Lamentablemente, el Zubiburu no pudo sobrevivir a la pandemia, pero ahora en su local se ubica el restaurante Al Margen (de cuya ingeniosa cocina ya hablaremos aquí en otra ocasión), que ha mantenido esa terraza y el servicio de bar. Porque eso es a lo que hemos venido hoy: al terraceo.
La ronda se puede empezar allí mismo, en Al Margen, con unas cervecitas acompañadas de algo de picar de su exigua pero sabrosa carta de raciones. El brócoli, por ejemplo. Delicioso. Y tú dirás: ¿¡Una ración de brócoli para picar!? Pues sí, de eso va la cocina de Al Margen, de ingredientes básicos y sanos pero preparados de una forma nueva, que les saca matices que no esperas. ¡En serio! ¡Pedid una ración de brócoli para compartir!
Desde allí, al pie del puente de San Antón, no tienes más que ir avanzando hasta el cercano Puente de la Ribera, que el brevísimo camino te regalará hasta 6 posibles paradas más para repostar. La siguiente es el Muelle Dartxïn, un estrecho local (pero una amplia terraza) con, claramente, los mejores vermús de la zona.
Sus precios no son baratos (rondan los 5 euros), pero el mimo con el que los preparan en el momento y el resultado que consiguen está a la altura. Tiene el ‘clásico’ (seco), el ‘Bilbao’ (cítrico), el ‘Persépolis’ (agridulce) y nuestro preferido, el ‘México’, con un equilibrado punto picante y una guindilla en la copa incluida. Una delicia. Para picar, también cuentan con una reducida carta de raciones: rabas, croquetas, baba-ghanoush… Nuestra favorita es la de ‘Hummus 3 sabores’, no muy copiosa pero ciertamente muy ricos los tres (como ya comprobamos la pasada Navidad en su menú degustación).
Literalmente pegado (ambos están en el número 8 del Muelle Marzana) está el último en llegar a esta nueva zona de moda. El Kaialda está regentado por el mismo equipo del vecino Muelle Dartxïn y abrió sus puertas hace escasos dos meses. Está especializado en cócteles y los precios son también abultados (el vermú está ahora a 4,50 €) y el espacio, reducido (de nuevo el fuerte es la terraza). El Kaialda propone una pequeña carta de picoteo en la que destaca su especialidad: los nan, eso panes planos típicos de la India que aquí ofrecen con pollo-miel-mostaza, con berenjena-mozarella o con falafel-chile, entre otros (todos, a 7,50 euros).
Continuamos el paseo hasta llegar al edificio que albergaba el ya mencionado Arrebato. ¡Qué recuerdos! A finales del pasado 2021, la planta baja del local reabría sus puertas con el nombre de Malaespera, y un espacio interior algo más amplio y cómodo que el de los bares ya mencionados, aunque, como siempre, en Malaespera la gracia también está en la terraza. Bueno, y quizá en la planta superior que ahora mismo tienen en obras para, más adelante, sorprendernos con nuevas propuestas que no quieren desvelar aún…
De momento, allí puedes tomar también un vermú que, aunque no estaría en nuestro top, puedes acompañar de ostras por unidad (3 €) o de las célebres patatas Bonilla (sí, aquellas patatas fritas gallegas cuyo bote de hojalata ganó fama mundial tras salir en la peli «Parásitos»).
Un poquito más adelante, llegamos al Medikopa, con diferencia el bar más amplio del muelle. Su gran espacio interior diáfano se beneficia del efecto que dan sus dos grandes puertas-cristaleras bajo sendos arcos de medio punto (esos tan característicos de los edificios de Marzana). Siempre suelen estar abiertas, así que aunque elijas mesa en el interior en vez de en la terraza tendrás la sensación de estar en pleno paseo al aire libre.
El rótulo del Medikopa reza ‘Vermouth & Tapas’, por lo que no hay duda de lo que puedes encontrar aquí. Entre las últimas: bravas, nachos, txopitos… Pero lo que realmente tienes que probar son sus ricos tequeños (esa mezcla entre pan y queso de origen venezolano).
¿Sigues con hambre? ¿Hay hueco para un trago más? Pegado al Medikopa está el Txinpum!, el más sibarita de los bares del muelle (y es que su gerencia es la misma que la del mencionado, cercano y ‘estrellado’ restaurante Mina). Aquí lo suyo es dejarse aconsejar por el personal y probar alguno de los vinos singulares de su cambiante carta, que sólo incluye referencias de pequeños productores que seguro que no tienes en el radar. Es nuestra clara recomendación pero, si no eres de vino, pregunta por sus cervezas artesanas y seguro que te encuentran algo de tu gusto.
Para terminar la larga ronda, llegamos ya al puente de la Ribera. Allí mismo acaba el Muelle de Marzana, en su número 16, y allí mismo está ubicado el último local. Muelle 16 fue uno de los primeros en abrir en la zona y es, con diferencia, el más pequeñito (¿caben dentro más de tres clientes?). Eso sí, su terraza es una de las más privilegiadas del paseo. A pesar de que tanto sus vermús y cañas como sus ramplones picoteos no entrarían en nuestro ranking de esta nueva zona de bares, su especialidad son los mojitos. De mango, piña, canela, chile, jengibre… Y, claro, el ‘clásico’ de toda la vida.
Con estas 7 opciones con las que cuenta ahora mismo (quizá en unos meses pueda surgir alguna nueva), el Muelle de Marzana es, con diferencia, la zona de terraceo con más encanto de la ciudad. Lo que en su día fue un antiguo muelle de carga industrial (al que bajaban lo recogido en las no muy lejanas minas de la Villa) se ha reconvertido en, como decíamos al principio, la zona de esparcimiento plagada de terrazas al borde del Nervión que el Bilbao actual estaba necesitando.
A mediodía los fines de semana, por las tardes cualquier día o incluso a primera hora de la noche los viernes y sábados, el Muelle de Marzana y sus locales cuentan hoy por hoy con uno de los mejores ambientes de la ciudad, con el imponente Mercado de la Ribera justo enfrente y la Iglesia de San Antón (la del escudo de la ciudad) al fondo. Si tienes suerte, quizá hasta te topes con un DJ set en pleno paseo al aire libre entre las terrazas, como hemos podido disfrutar las tardes de esta pasada Semana Santa en el marco del Basque Fest.