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Fiesta clandestina en la Torre Iberdrola

Gracias a un concurso que se realizó en twitter tuve la oportunidad de asistir a una fiesta clandestina que celebraría Cervezas Alhambra en Bilbao. Ninguno de los ganadores conocíamos el lugar donde se celebraría el evento, tan solo que sería el jueves por la noche. Horas antes nos llegó al e-mail un correo indicando que se la fiesta sería en la planta 23 de la Torre Iberdrola. Ya no sólo la fiesta en sí era un atractivo sino también el hecho de poder acceder y subir a la torre. Esta es una misión imposible para cualquier bilbaino.

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Llegado el momento allí nos presentamos y comenzamos a maravillarnos con los cinco olivos de más de 500 años que flanquean la entrada. Tras acreditarnos subimos en uno de los 25 ascensores dispuestos en el colosal edificio. Se siente perfectamente en los oídos la presión al ascender y es que el ascensor más lento sube a una velocidad de 3,5 metros por segundo (el triple que uno normal), el más veloz a 6.

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Una vez en la planta 23 nos dirigimos rápidamente a las cristaleras para poder apreciar las vistas que se ofrecen desde la mitad del edificio, qué será en la última planta. Y aunque es de noche, impresiona ver el Guggenheim y el puente de la Salve tan diminutos.

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La fiesta está en sus inicios, toda la planta iluminada con el color verde distintivo de la cerveza Alhambra Reserva 1925. Dos barras de bar dispuestas a servirnos cuantos botellines queramos del líquido elemento. No había por qué esperar más «¿Una cerveza por favor?». Por el momento un dj pincha música ambiental, diría que chill-out pero los instrumentos de toda una banda ya están dispuestos a animarnos tocando en directo. Resultó ser una buena puesta en escena y versiones del Rey del Pop entre su repertorio.

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Mientras tanto el resto de invitados van llegando y cuál es nuestra sorpresa cuando vamos dándonos cuenta que todo el que acudía lo hacía vestido de punta en blanco. La familia Ruiz Mateos al completo, la Preysler, los borjamaris de turno y las Tamaras Falcó allí se presentaron con su mejores galas: trajeados, encorbatados, vestidos de lentejuelas, cincuentonas tanoréxicas recién llegadas de Marbella. En resumen, estábamos rodeados de la jet-set bilbaína. Y nosotros allí con nuestros vaqueros y zapas, al menos vestíamos un polo. Ellos un poco estirados sin moverse mucho y nosotros haciéndonos amigos de los camareros. Pudimos aprovechar a haber repartido curriculums entre tanto empresario pero preferimos sonreír al ver a un hombre vestido como si fuera la mismísima Coco Chanel.

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Esta amistad con los camareros nos vino bien ya que entrada la noche comenzaron a sacar algo de picoteo. ¿Y qué esperáis de picoteo cuando hay una fiesta de alto standing? Da igual, no lo hubo. Allí sacacaron bandejas con octavos de sándwiches tostados de esa forma natural que implica el que los montes por la mañana y los sirvas a la noche. El resto bocadillos de bonito y muselina con jamón, minihamburguesa con una carne que sabía a morcilla. De postre una cookie galleta.

Llegadas las 23:00 la fiesta parecía haber acabado, algunas tenían sesión de botox bien temprano. Antes de bajar de nuevo en el ascensor un obsequio de la empresa cervecera, una botella de litro. Muchas gracias por subirnos a la torre Iberdrola, por la experiencia, por la cerveza gratis y por el buen rato y risas que nos echamos durante la noche con el buen grupillo que formamos. De todas maneras os recomendaría que redirigierais vuestro público objetivo porque esta gente era más de Moet-Chandon y gintonics que de cerveza.

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Y con la frase: «Hasta luego hipsters» nos despidió una ricachona achispadilla y embriagada de gozo de tanta cervecilla. Nosotros con tres o cuatro y algo de picoteo nos dimos por muy satisfechos y marchamos ‘muy contentillos’ también.

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