Cuando llega el calor, los chicos se enamoran, y los vascos… ¡a Cantabria!
Cuando llega el calor, los chicos se enamoran, y los vascos a Cantabria. Y es que pasear un fin de semana de verano por la Gran Vía es parecido a hacerlo por el medio del desierto de Sáhara. Aquí no queda nadie. Estamos todos en Cantabria.
Pero qué tendrá esta provincia que tanto nos gusta a los bilbaínos. ¿Puede ser por que nos queda muy cerca? ¿O porque, en su día, las viviendas eran bastante asequibles? O, simplemente, ¿que la autopista es gratis? Ya ves, se tarda menos en coche a Zarautz que a Noja, pero que levante la mano el que haya estado más veces en el pueblo guipuzcoano que en el cántabro.
Aunque lo más alucinante es el caso de Castro. Un pueblo a solo veinte minutos de Bilbao colapsado de botxeros que dicen que se van a desconectar.
Las estadísticas dicen que uno de cada tres vascos tienen una segunda residencia donde pasar las vacaciones y puentes. La Rioja, el norte de Burgos, junto con la mencionada Cantabria son el top 3 indiscutible. Y a pesar de que la orografía y el clima no cambian mucho, parece ser que estos sitios nos sirven para escapar de nuestra vida industrial.
Pero esto no es cosa de hoy. Sabino Arana ya trató de incorporar zonas de Cantabria a su proyecto de «república vasca». Tenía el nombre pensado y todo: «Kantauria». Y allí se hablaba de Urdalitz, Zandonia y Larainotsa. Es decir: Castro Urdiales, Santoña y Reinosa.
(Que no se enfaden los amigos cántabros, que lo decía ese señor hace más de un siglo, no nosotros).
Total, que nos escapamos a desconectar a Kantauria y allí te encuentras con tu vecino del segundo o al compañero de curro al que no soportas. Y encima no hace dos días seguido sol.
Pues eso, que veranear… pero no mucho.