Hay ocasiones en las que la vida te brinda unas oportunidades que no puedes permitirte el lujo de dejarlas pasar. Eso ocurrió hace unos días cuando me invitaron a formar parte de Noches Alhambra, una cena que la cervecera granadina viene organizando desde hace unos meses por una decena de ciudades.
Llegaba el turno de Bilbao y ésta no era plaza en la que escatimar esfuerzos. El evento se desarrollaría en Azurmendi y a manos de uno de los mejores chefs del mundo: Eneko Atxa, el hombre que consiguió tres estrellas Michelín en solo cinco años.
El día se presentaba espectacular: cielos despejados, temperatura cálida y unos botellines de cervezas bien frías para darnos la bienvenida a disfrutar las vistas de Larrabetzu. Los aperitivos fueron apareciendo a medida que charlábamos entre amigos sin dar crédito aún a lo vivido. Quedó un buen sabor de boca del ‘queso de Etxano caramelizado, emulsión de tomate y lascas de jamón‘ y sorprendió el sabor de los ‘langostinos en tempura‘ a pesar de su falsa sencillez. Eso sí, todas las fotos de las llevaron los ‘mojojones con bruma del Cantábrico‘ y los ‘cucuruchos de centollo y hierbas‘.
Técnicamente la cena se llevó cabo en el recién renombrado Restaurante Eneko, antes conocido como Bistró Prêt á Porter, donde el de Amorebieta despacha menús más económicos (Sutan 60 €) que su menú gastronómico (Adarrak 198 €). Una banda de jazz nos invitaba sutilmente a sentarnos en una de aquellas mesas redondas espectacularmente decoradas y nos acompañaría con su ritmo sosegado a disfrutar de la cena.
Pocas veces he tenido esa sensación de admiración y de grouppie como cuando Eneko Atxa se acercó para darnos la bienvenida. El trabajo que lleva a cabo este fenómeno no es moco de pavo. Me parece admirable y el buen rollo que me transmite lo plasmó a la hora de presentar el que sería el menú para esa noche.
Ni que decir tiene que todo los platos que pasaron por delante de nosotros estuvieron increíbles, pero hubo un par de ellos que destacaron por encima de los demás. Con el botellín más estiloso, el verde de Reserva, así comenzábamos.
La ‘Tortilla de hongos y un talo de tomate» fue un buen comienzo gracias al intenso sabor que proporcionan los hongos en crema y ese bocado fresco del talo. Uno de los grandes destacados de aquella noche fue el ‘bogavante asado y descascarillado sobre emulsión de hierbas aromáticas‘. En primer lugar porque no es un producto que acostumbro a comer, segundo porque su carne estaba espectacular y el conjunto de hierbas le proporcionó un saborazo. Si visteis la visita de Masterchef al Azurmendi habréis podido comprobar con los bichazos de bogavantes con los que trabaja Eneko. Es necesaria varias llaves de taekwondo para arracarles la cabeza ¡qué bestias!
Para mí y para muchos el que se llevó el gato al agua fue un ‘Huevo de caserío, guiso de trigo y jugo de pimientos a la brasa y pan de maíz de Mungia‘. La untuosidad del huevo y la melosidad del guiso de trigo me conquistaron y aún mi boca se convierte en las cascadas de Iguazú al recordar aquel plato. Tenéis la oportunidad de probarlo en el menú diario del Restaurante Eneko. Para entonces habíamos empezado a beber Alhambra Reserva Roja, una variedad que descubrí hasta aquel día. Más suave de lo que se pudiera esperar de una cerveza de alta graduación (7,2 º).
Hubo quien no tuvo reparo en repetir de la ‘merluza crocante y jugo de pimientos a la brasa‘ presentado con un ali-oli verde al que aún sigo encontrándole el ingrediente que le daba su color. Unos años atrás yo mismo hubiera repetido, pero cada vez llevo peor los atracones sin control. Ligero y satisfecho hasta que llegó el postre, un sofisticado y fino bizcocho de chocolate y avellanas acompañado de un helado de salvia (esto me lo chivaron).
El violonchelo y la bateria dejaron de emitir sonido, y eso sólo podía indicar que Noches Alhambra había llegado a su fin. Preguntamos por Eneko, pero ya no andaba por allí y nos quedamos sin nuestra deseada foto de los ‘grouppies’ que realmente somos. Tenía sentido, era tarde y al día siguiente tocaba picar piedra, pero mereció mucho la pena aparecer por la oficina con palillos que sujetaran mis párpados. Un placer haber disfrutado de Cervezas Alhambra, pero aún más haberlo hecho con la compañía que compartí ese gran momento.