Necesitaba encontrar el momento adecuado y reunir a algún canalla, de esos que se apuntan a un bombardeo. Encontré la fecha: la edición gorda del Mercadillo Dos de Mayo sería perfecta para poner en práctica mi plan. Las condiciones eran irrechazables y lo que iba a ser una jamada para cuatro se convirtió en una para diez. Todo marchaba sobre ruedas.
Quien no haya visitado el rastro del Dos de Mayo en el mes de las flores, no se hace un idea de en qué se convierte aquello. Los visitantes se multiplican por ¿tres? ¿cuatro? Cientos de personas aprovechan para visitar los puestos de artesanos y segunda mano en un mercadillo ampliado para la ocasión. Talleres, música y swing en las calles y los food-trucks evidencian que no es una edición más. Hay que hacerse fuerte para conseguir el vermut de rigor y en La Gernikesa caemos en la cuenta de que Miguel se ha jubilado tras décadas detrás de aquella barra. Echaremos de menos sus tigres (mojojones con tomate) y torreznos.
El buen rollo era evidente, pero las tripas avisaban de que era hora de jalar. Íbamos a comer en el Florines, una tasca con solera de la calle San Francisco, donde hoy en día confluyen vecinos del barrio con jóvenes modernos deseosos de las auténticas experiencias de antaño… y también su cotizado pulpo a feira.
Supe del Florines por vez primera gracias a La Guía Mikelin, y después como una de las recomendaciones de la botxer Ainara Arkotxa. «¿Cómo puede ser que aún no te hayas pasado?» me decían. Florines es un gallego, antes el exostismo no se encontraba demasiado lejos. De allá donde acababa la tierra se traen productos con los que uno puede darse un buen festín.
Es habitual ver a gente comiendo de raciones en la propia barra del bar, pero siendo un día tan señalado aseguramos reservamos mesa en su pequeño comedor. Allí nos presentamos una decena de los delincuentes más buscados para dejarnos recomendar. «¿Cuántos sois? ¿diez? Pues mirad chavales, os saco lo siguiente»:
Cecina con un chorretón de aceite de oliva. (6,50 €)
Pimientitos verdes, de mil kilómetros a la redonda de Padrón. (3,50 €)
Croquetas de la casa. (1 €/u)
3 medianas de pulpo y cachelos. (13 €)
Lacón, sin grelos ¿eh? (7 €)
Y para acabar… zorza, gijas o picadillo. (6 €)
Ahí tenéis el menú degustación del Florines y riéte tú de las florituras de restaurantes de nuevo cuño. En esta tasca el Ribeiro se sirve a granel y se bebe en unos cuencos que se llenan por arte de magia (o algo así debía pasar). Algo parecido ocurrió con los postres, pues aparecieron unos bocaditos de queso tetilla con membrillo que ninguno rechazó. Los cafés y licores llegaron en su vecino Urquiola y así completábamos el supercombo de clásicazos con solera.
Un servicio y atención de 10 que te deja con el culo torcido cuando la dueña preocupada se excusa por haber tardado más de la cuenta: «Hemos ido un poco atropellados». Ninguno habíamos notado nada. No busques artificios en el Florines, sigue siendo aquel bar de barrio que ha resistido los años y las crisis, ahora aprovecha el tirón de Bilbao La Vieja. Te recomiendo una visita si no eres un finolis y lo que buscas es un picoteo informal, un pulpo de cine, trato cercano y precios muy razonables. Salimos a 14 euros por barba y cantando la ‘rianxeira‘. La fiesta seguía en el mercadillo Dos de Mayo… ¡aún quedaba mucho Meneo!
Por último agradecer la compañía a ese canalleo punky que no estaba incluido en el menú, pero ayudó a que éste subiera unos cuantos puntos. Larga vida a todos ¿Para cuándo la próxima?
Pulpería Florines
Calle San Francisco 31, Bilbao La Vieja.
Teléfono: 944 97 87 16