Precisamente en la misma semana en que Eneko Atxa es noticia en los medios locales, nosotros nos dejamos caer en una de sus mesas para que vuelva a deleitarnos. Resulta que el de Amorebieta ha sido finalmente el chef seleccionado para ponerse a los fogones del restaurante del Palacio Euskalduna que a final de año abandona Fernando Canales tras 18 años.
Tres días antes de que esta noticia se hiciese oficial, cielo gris plomizo y sirimiri a discrección, nos presentamos en el complejo Azurmendi de Larrabetzu. Día grande, pero no tanto como para desembolsar el equivalente a una cuota de la hipoteca en el menú gastronómico del Azurmendi *** (tres estrellas Michelín). Aún me resisto a ello y debato conmigo mismo esta cuestión. Unas veces me parece de mal gusto gastar tal dineral en una comida, otras me pongo en el lugar de que algo así es sin duda una experiencia gastronómica única en la vida. Problemas de los bolsillos poco caudalosos, ya veis.
Para quienes contamos con un presupuesto más ajustado está el restaurante ENEKO, una versión más económica que ya cuenta con «hermanos» en Tokio y Londres. La reserva que realicé a través de su web da la oportunidad de contratar un maridaje, incluso la de visitar en las mismas instalaciones la bodega del txakoli Gorka Izagirre.
La profesionalidad y amabilidad del personal es la habitual en esta clase de restaurantes. Aún así se agradece ese ambiente desenfadado que desencorseta a camareros y aparca los manteles blancos e impolutos para restaurantes más formales. Un comedor en el que predomina la luz natural, las maderas claras, mobiliario de líneas nórdicas, pinceladas rojas y dos escenarios donde se irán preparando con meticulosidad todos los platos que irán llegando a nuestra mesa.
Disfrutaremos del ‘menú Sutan’ que por 60,50 € nos promete una vuelta a los orígenes a través de platos con raices en la cocina tradicional vasca. Nada más sentarnos a la mesa, un aperitivo: mantequilla de cebollino con sal del Himalaya y pan de cristal para darle al unte. Esto empieza de miedo.
En pocos minutos llega ‘Aceitunas’ en formato triple: una tierra de aceitunas negras, en rama de aceituna con toque dulce y la propia aceituna bombón que explota en la boca para disfrutarlo en forma de helado. La duda te asalta: Y esto… ¿se come? Por supuesto. Para entonces ya nos había conquistado y aún no habíamos probado las diminutas botellas de vermut Zerratia, una de las variedades de uva con la que también se elaboró la botella de txakoli G22 que nos acompañó durante toda la comida.
El siguiente turno fue para una gatzatua de foie y vino tinto que nos recordó demasiado al Fualimotxo del restaurante Los Fueros de Paul Ybarra. Quizás por eso nos sorprendiera más aquella copa en la fondeaba centollo entre una gelé de tomate y flores incrustadas, espuma de manzana y un testimonial polvo de chipotle que hacía honor a la coletilla «ligeramente picante». Una cucharada hasta el fondo y a pescarlo todo.
Los raviolis de Rabo de vaca Betizu consiguieron dejarme los ojos en blanco un par de veces. En forma de dados los untaba y requeteuntaba con su caldo de legumbres. El plato bastante limpio fue uno de los stories que compartí con todos vosotros a través de Instagram.
El segundo de esos stories fue otro plato impoluto tras el que para mí es el plato estrella de este menú: Huevo de caserío sobre estofado de trigo y jugo de pimientos a la brasa. Su melosidad y la simpleza de sus ingredientes para conseguir ese platazo ya me enamoró hace unos meses con Cervezas Alhambra. Como admitía su camarera: «Está para comérselo por cazuelas».
En cocinas ya emplataban nuestra merluza al carbón, pinceladas de ajoblanco y chips de ajo. Me suele resultar dificil describir los platos de pescado y no entiendo el motivo porque lo recuerdo fabuloso. Le acompañaba un pequeño bol de pochas en salsa verde que, al menos para mí, no las hubiera echado en falta.
Para relamerse diez o más veces en cada bocado con el Secreto Ibérico de ‘Joselito’ al sarmiento y jugo de bacon. La filigrana crujiente de setas le prestaba elegancia, la reducción de perejil y las flores de pensamientos, también para comer, aportaban la nota de color. Delícia, delícia… Assim você me mata que diría Michel Teló.
No por verlo en multitud de ocasiones dejó de ser sorprendente el espectáculo del hielo seco y el humo, en esta ocasión con fragancia a fresas y con un jarrón y una rosa como el centro de las miradas. El olfato daba su conformidad, la vista también y todo era cuestión del gusto y el tacto. Fresas y yogur, esta vez no habían echado mano de la literatura rimbombante. Un helado y unas láminas de yogur, bizcocho y pedazos de fruta junto a un chupito de fresa en dos estados, líquido y espuma.
Todo va llegando a su fin y peguntamos si no podríamos empezarlo todo de nuevo. Parece que no hay trato así que solo nos queda tomarnos un café y disfrutar de los siempre bienvenidos petit four. ¿Cómo carajo se pronuncia esto sin parecer idiota? Sobre una caja dos pastelitos de praliné, y dentro macarons sobre tierra de cacaco que por supuesto también probé. Las botellitas rellenas de leche de almendras con Amaretto.
Ahora sí, nuestra comida de celebración se ha acabado hasta que el año que viene elijamos otro restaurante donde darnos el festín. ENEKO ha cumplido de sobra todas las expectativas creadas, y ahora dudo menos que algún día celebraré algo con el menú gastronómico del Azurmendi. Pero para eso… ufff, voy a tener que esperar paciente y ahorrar, mucho. Esta cuenta nos ha salido a 73 € por barba incluyendo el txakoli G22 (19,80 €) y los cafeses (1,65 €/u).
Restaurante ENEKO
Barrio Legina s/n
(Salida número 25 en la N-637, dirección aeropuerto de Bilbao)
48195 Larrabetzu (Bizkaia)
Teléfono: 944 55 88 66
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