Suelo dedicar el mes de julio a la música: conciertos y festivales como el Bilbao BBK Live o Mundaka Festival. Y la linea principal que sigue este blog queda relegada a un segundo plano, me refiero al aspecto gastronómico. Aquí vuelvo entonces para poner remedio a este asunto.
El pasado sábado quise cenar en un restaurante que abrió sus puertas el pasado año y por el que aún no había tenido ocasión de acercarme. Duplex se encuentra en la calle Particular de Indautxu, una zona peatonal en la que se encuentra bien rodeado: Bodega Joserra, Gaztandegi, Un Señor de Bilbao, La Destilería… y muy cerca de su hermano mayor: Brass.
Por su condición de nuevo Duplex es una restaurante que goza de una decoración actual, con toques industriales, colores claros y multitud de detalles que llaman la atención y lo convierten en un local hermoso. Como podréis intuir por el nombre del local, éste dispone de un piso superior que se utiliza a modo de comedor y al cual aún no he accedido.
La mesa para dos que habíamos reservado se encontraba en la planta principal, me pareció curioso que indicase mi nombre con fichas de scrabble. Comeríamos bastante cerca de otra pareja así que la intimidad no es tanta como puedas esperar. Desde la mesa la vista alcanza a la cocina por lo puedes ir viendo cómo van saliendo los platos. Pronto nos acercan las cartas y un camarero nos hace una serie de recomendaciones: «Normalmente se suelen pedir tres entrantes para compartir y después un plato principal por persona.» Fenomenal, pero viendo los precios nos inclinamos por pedir solamente dos entrantes y un principal cada uno. Mientras esperamos nos traen el primer detalle de la casa, habrá tres a lo largo de la cena. Unas rebanadas de pan y una mantequilla a las finas hierbas en su punto óptimo para darle al unte y disfrutar a modo de pasatiempos.
Elegimos dos de los platos que nos habían recomendado. Del apartado ‘Tapiplatos’ elegimos el ‘Huevo de corral a la baja temperatura 64º con boletus y parmentier de trufa’ y no tardaron nada de tiempo en servírnoslo. Es un plato con una textura peculiar, la yema perfectamente líquida y la clara en una crema espesa. Le acompaña un producto riquísimo que pronto empezará a estar muy de temporada, el boletus. Para mantenerlo caliente a este plato le acompaña un caldo que se podrá ir añadiendo al gusto de cada uno.
Llegó nuestro segundo entrante, en este caso del apartado ‘Raw Bar’. Habíamos elegido otra de las recomendaciones: ‘Carpaccio de ventresca de atún rojo, mayonesa de trufa, pistachos y brotes‘. La presentación era espectacular, pero la ración me pareció muy escasa. Entiendo que es un producto caro, de una calidad y exquisitez particular, pero esperaba un plato más lleno costando 14,50 €. Cuatro finísimas lonchas acompañadas de la mayonesa de trufa, pistachos y unos pétalos de flores. El sabor intenso a la par de fino no era impedimento para dejar de pensar que cada una de esas láminas me estaban suponiendo 3,50 €. Excesivo desde mi punto de vista.
Era el turno de los platos principales, momento que más disfruté de la cena sin lugar a dudas. Mis papilas empezarían a funcionar nada más llegar a la mesa el ‘magret de pato provenzal, berros y queso de cabra’. Servido en su punto idóneo para mi gusto y esta vez sí en una cantidad adecuada. El contraste de sabores lo aportaban unos tiernos gajos de pera, unos berros y uno de mis quesos favoritos, el de cabra. Como remate final me acercan una salsa compuesta por el jugo del propio pato y foie. Con esto se le pone la guinda a este plato, riquísimo.
Mi pareja mujer no tuvo tanta suerte en su elección, y es que estas situaciones ocurren en ocasiones. Eligió la ‘merluza en adobo de achiote con habitas tiernas y salsa de aguacate’. La presentación del plato igualmente muy cuidada pero el adobo de achiote no le gustó tanto como esperaba. Difícil reconducir el asunto en esta tesitura, solo queda apuntárselo mentalmente para no volver a tropezar de nuevo con la misma piedra. Vimos cómo la mesa de al lado pidió una ‘lubina al papillote’ que nos dio mejor impresión.
Llegados a este punto nos inclinamos por compartir un postre y automáticamente nuestro dedo índice señaló la ‘deconstrucción de lemon pie, con crema de limón y merengue italiano’. Un postre vistoso con la galleta machacada en el centro junto al merengue y sobre una fresca crema de limón para relamerse. En ese momento llegó el segundo detalle de la noche, sería dulce y en forma de dos trufas de chocolate de esas que disparan las endorfinas y provocan, según algunos estudios, un placer cuatro veces más duradero que el de un beso.
En estas damos por acabada nuestra primera experiencia culinaria en Duplex con una sensación satisfactoria en reglas generales, aunque con algún desacierto en nuestra elección. Al pedir la cuenta ésta es algo mayor de lo que pensábamos. Recibimos una cuenta de 65’34 € cuando nos damos cuenta que a los precios que habíamos visto en carta les habían sumado su correspondiente IVA (+10%). Ahí tenemos el tercer y último detalle, esta vez con un sabor amargo que empaña una cocina deliciosa, cuidada y con ambición. El servicio del personal fue rapidísimo, amable y eficaz. Lo considero un restaurante caro para las cantidades servidas y con una cuenta que fácilmente se te puede disparar en caso de pedir una botella de vino o una postre por persona.
Duplex
Particular de Indautxu 3 (ver mapa)
Teléfono de reservas: 944 39 25 26